Integración de la perspectiva de género (Gender Mainstreaming)

Después de la Conferencia Mundial sobre la Mujer de 1995 en Pekín, las Naciones Unidas adoptaron el principio de la incorporación de la perspectiva de género. En 1999 siguió la Comunidad Europa con el tratado de Amsterdam. Desde entonces, esta estrategia se ha establecido ampliamente en el área de la cooperación para el desarrollo.

Cuando queremos contribuir con nuestro trabajo a mejorar las condiciones de vida de personas desfavorecidas se trata siempre, por un lado, de establecer estructuras propicias. Por el otro lado, sin embargo, también hay que tener en cuenta que se trata de un trabajo con individuos, con hombres y mujeres individuales que son afectados por las ventajas y las desventajas de maneras distintas. Con frecuencia, y debido a sus diferentes realidades de vida, las formas en que los hombres y las mujeres pueden participar y actuar son distintas, como también es distinto su grado de acceso a los recursos disponibles.

Por todo esto, la diferencia de género constituye un criterio importante de planeación y de análisis en todas nuestras ofertas:

  • ¿De qué manera involucra el proyecto a las mujeres y a los hombres?
  • ¿A quiénes favorecen las medidas planeadas?
  • ¿Los métodos empleados para la realización de los objetivos pueden ser utilizados adecuadamente y de igual manera por ambos géneros?
  • ¿Cuándo y cómo son aplicadas las medidas?
  • ¿También las personas con responsabilidades familiares pueden involucrarse activamente?

A la vez, somos conscientes de que el enfoque en “Hombres” y “Mujeres” es, en últimas, una atribución general que no puede capturar las muy diferentes y complejas manifestaciones de “género” en su total diversidad.

Nos orientamos de acuerdo con una estrategia de incorporación de la perspectiva de género (Gender Mainstreaming), con el objetivo de que nuestras medidas contribuyan a la superación de las desventajas estructurales e individuales de hombres y mujeres.